Las espinacas son una de esas verduras versátiles que pueden aparecer en cualquier plato: desde ensaladas frescas hasta guisos o tortillas. Pero una duda común entre quienes cuidan su alimentación es si es mejor comerlas crudas o cocinadas. La respuesta depende de lo que busques: sabor, textura o beneficios nutricionales.
Espinacas crudas: frescura y vitaminas al máximo
Consumir espinacas crudas es ideal para aprovechar vitaminas sensibles al calor, como la vitamina C y el ácido fólico, que se reducen con la cocción.
Además, su alto contenido en agua y fibra las hace perfectas para mantener una buena hidratación y favorecer la digestión.
Puedes disfrutarlas en ensaladas, batidos o wraps, siempre lavándolas bien antes de comer.
Espinacas cocinadas: más hierro y antioxidantes
Cuando cocinamos las espinacas (al vapor, salteadas o hervidas brevemente), su volumen disminuye y se concentran algunos nutrientes, como el hierro, el calcio y los carotenoides (antioxidantes que protegen las células).
El calor también ayuda a reducir el contenido de oxalatos, compuestos que pueden interferir con la absorción de minerales.
Por eso, si buscas una dosis extra de energía y hierro, las espinacas cocinadas son tu mejor opción.
Entonces… ¿crudas o cocinadas?
La mejor forma de comer espinacas es alternar ambas versiones. Crudas para aprovechar su frescura y vitaminas, cocinadas para mejorar la absorción de minerales.
Lo ideal es combinarlas en tu dieta diaria: un batido verde por la mañana y una tortilla de espinacas por la noche son una forma perfecta de disfrutar todos sus beneficios.
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